Le canté a nuestra muerte.
El melocotón deja un sabor amargo en los labios.
Estoy enterrado debajo de tu casa esperando al otoño.
Mi alma de poeta aún no ha muerto y araño palabras en la tierra.
Charlando con los gusanos y las polillas me sorprende recordarte.
Me disparaste a quemarropa y no solo una vez.
Risas enlatadas de fondo.
Óxido en tus viejas cañerías.
Con un ojo puedo ver más sentimientos que tú.
Se acaba el tiempo y tú me agarras por el cuello.
Sujétame fuerte y no me sueltes más.
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